Este pasado finde tuve la oportunidad de introducirme en el mundo de la Competición o como se le conoce a las TPV. Dos días soleados, buen ambiente y algo más que se aprende por algo menos que nos queda por aprender.He notado y he visto los recelos que esta faceta de la espele infunde a mucha gente y sinceramente yo no solo lo veo normal, como cualquier actividad más de nuestra Fede, si no que creo que es un magnífico complemento para todo aquel que quiera llegar a grandes logros dentro del mundillo espeleológico. Independientemente del exhibicionismo que pueda suponer que se pueda ver en un pabellón cerrado y con público, algo insólito en nuestro mundillo hace años, me quedo en la gran preparación física que proporciona al que lo practica. El error quizá provenga en ver que el que lo practica, solo lo hace por exhibirse en rocódromos y polideportivos, pero las TPV no obligan necesariamente a pasar por la competición, si no que su práctica proporciona un fondo físico y un extra de reflejos que difícilmente se pueden coger con la tradicional práctica de fin de semana en cavidades.
Indudablemente que el objetivo de efectuar el recorrido en el menor tiempo posible, da lugar a errores técnicos porque la cabeza va demasiado deprisa, pero eso se lo dejamos para los que les gusta la Competición y a los jueces que han de controlar y sancionar dichos fallos. Pero ese mismo recorrido se puede hacer a un ritmo más normal, e incluso plantear un circuito con una amalgama de lo más variado de situaciones complejas que después se nos puedan presentar en una cavidad. Vamos, aquello del más vale prevenir que curar, al tiempo que también puedes amoldar un circuito para desarrollar ciertas particularidades físicas o psíquicas en forma de obstáculo que te permitan afrontar grandes retos. Para aquellos que habéis estado en campañas, estoy seguro que acordareis conmigo que en momentos en que psicológicamente no estás fino, es difícil tirar adelante ninguna campaña con un mínimo de entusiasmo, algo que es fundamental para encontrarte luego bien físicamente.
Recordad los recelos que surgieron cuando empezamos con el tema de cañones y ahora pasa lo mismo con la TPV y es que siempre dan miedo las nuevas experiencias y olvidamos que si cabe, enriquece más aun aquello que hacemos. Siempre podemos sacar beneficios de las experiencias de otros compañeros que practican otras modalidades. Creo haberlo citado ya, pero el hecho de que los rusos hoy en día sean los “number one” de la espeleo mundial, dejando a los franceses soñando en glorias pasadas, no es un hecho casual. Ellos llevan años y años con el tema de la Competición y no solo le dan la importancia que tiene si no que les es imprescindible a modo de entrenamiento para superar retos tan difíciles como Krúbera-Voronya y sus más de 2000 metros de profundidad, algo que ya no está al alcance de todos.
En cuanto a los Jueces del TPV, pues solo son gente de esa que no se encuentra hoy en día, es decir, VOLUNTARIOS. Gente que por hobby se traslada a los campeonatos porque alguien tiene que, no solo velar por el reglamento, si no controlar defectos y de paso evitar situaciones que puedan ser peligrosas para el Competidor. Para mí, es todo un trabajo desinteresado y más si piensas que ese día podrías estar haciendo aquello que más te gusta, bajar una cavidad. A parte de ello, es loable lo que de por si tienen que aguantar pues ya se vio en el pasado campeonato de España, celebrado en Tarragona.
El estado de nerviosismo al que pueden llegar algunos competidores, solo por perder una medalla más preciada, dirigiendo el centro de sus iras, precisamente a los Jueces, que los pobre lo único que intentan es aplicar el reglamento y que no se les escape algunas de las triquiñuelas que les puedan hacer los mismos competidores. Al fin y al cabo, esto forma parte por desgracia del día a día de todas las competiciones deportivas en que lo de que “lo importante es participar”, parece ser que lo dijo algún loco hace muchos años, viéndose por esos estadios escenas que llegan a ser patéticas y lamentables y en la que se puede ver a gente que parece coherente, perdiendo el mundo de vista por un “penalti”, “expulsión” o cualquier lance del juego que está en un reglamento al que todos prometen respetar, pero que en medio del fragor de la disputa alguien entona aquello de “maricón el último” (sin ánimo de ofender a los homosexuales, los cuales tienen todos mis respetos).
Quizás tengan que pasar años y generaciones para que se llegue a entender a la competición como una “evolución” más de la espeleo, pero mientras tanto, siempre habrá sus detractores y no porque lo tengan claro de que eso es un invento de alguien, si no porque no quieren afrontar una de las mejores máximas que hay y es la de que “en esta vida hay que probarlo todo, para saber luego de que se habla”